martes, 3 de marzo de 2009

Armando Reveron (mujer con mantilla)


Centro de Arte La Estancia
En el mes de Febrero el Centro de Arte La Estancia realizo exposiciones de Figuraciones, donde se recoge uno de los lenguajes mas vigorosos y controversiales de la historia cultural venezolana, por cuanto nos permite visualizar como signo característico la fuerza expresiva del cuerpo humano, por lo que cada época, cada artista, retoma y recrea su propia manera de ver y expresar los asuntos del hombre. Entre las obras que aquí se encuentran, escogimos:
Figura Sentada o Mujer con Mantilla. 1936
Autor: Armando Reverón
104,5 x 144 cmTemple y gouache sobre papel
Armando Reverón es el único arista que además de contribuir decididamente a la constitución del modernismo en Venezuela, lo trascendió estilísticamente para tocar las puertas de la plástica contemporánea. La obra Mujer con Mantilla...muestra con excelencia los valores pictóricos de los cuales hace gala el artista cuando se adentra en la morfología de la figura humana, especialmente si ésta es femenina. La mujer está ensimismada en su interioridad psíquica mientras la mantilla es el elemento vinculador entre aquélla y el entorno doméstico, de tal modo que lo representado en un segundo plano -la mesa con mantel- se "adelanta" y acompaña plásticamente a la fémina sentada.
Biografía: Armando Reverón (1889-1954)
Fue considerado el mejor pintor venezolano de la primera mitad del siglo XX, se interesó profundamente por la acción de la luz sobre las formas. Entusiasta del impresionismo francés, su pintura evolucionó a la abstracción y el simbolismo. Los temas preferidos fueron el paisaje y el desnudo femenino.
Nació en Caracas y desde niño mostró afición por la pintura, en la que se inició bajo la orientación de su primo Ricardo Montilla. En 1908 ingresa en la Academia de Bellas Artes de Caracas, donde permanece tres años y tiene por compañeros a Rafael Monasterio, Manuel Cabré y Antonio Edmundo Monsanto; a esta etapa formativa corresponden temas religiosos, paisajes y naturalezas muertas, influenciadas por Arturo Michelena (Josefina en el jardín, 1909). Gracias a una beca, en 1911 viaja a España e ingresa en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona, coincidiendo de nuevo con Rafael Monasterio. Tras un corto viaje a Venezuela, en 1912 se traslada a Madrid y sigue estudios en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Durante su estancia en la capital visita los estudios de Muñoz Degrain, Moreno Carbonero y viaja a Segovia, donde conoce a Zuloaga. En 1914 se traslada a París, allí permanece unos meses (Paisaje de Burdeos) y tras una corta estancia en Barcelona, vuelve definitivamente a Venezuela un año más tarde. Allí se integra en el Círculo de Bellas Artes y abandona el rigor académico, ante el entusiasmo que despierta el impresionismo en él. Su traslado a La Guaira, en 1917, donde conoce a su modelo y compañera de vida, Juanita Ríos, será definitivo para su carrera de artista, en la que se distinguen tres periodos. En 1919 inicia el llamado periodo azul, en el que su obra, inmersa en una atmósfera sensual y misteriosa, está dominada por el azul profundo de su paleta y una factura espesa. Se trata de paisajes, retratos de Juanita y majas: El bosque de la Manguita, Juanita, La Cueva. A partir de entonces se definen las dos líneas temáticas que cultivará hasta la muerte: el paisaje (pintado al aire libre) y el desnudo.
El momento decisivo de su carrera se produce en 1921 con su traslado y asentamiento en Macuto, pueblo costero, donde construye su 'castillete', y vive hasta poco antes de morir en compañía de Juanita. Entre 1922 y 1924 se dedica preferentemente a la construcción del 'Castillete' —hoy Museo— y abandona el impresionismo, adquiriendo gran importancia el color blanco, que utiliza en composiciones de corte abstracto (El Paisaje blanco, 1934), —periodo blanco—. La obra que marca el paso del periodo azul al blanco, que se extiende hasta 1934, es Fiesta en Caraballeda de 1924, donde utiliza como soporte tela de coleto, también incorpora a la obra elementos concoides, rocas, cocoteros, como referencias estructurales y figurativas en una atmósfera casi abstracta. En 1933 sufre una crisis nerviosa que le mantiene inactivo durante cierto tiempo, tras la cual empieza a pintar sobre papel con un estilo gestualista, que constituye una etapa de transición al periodo sepia, que se inicia en 1936(Figura Sentada). Pinta entonces obras de gran formato que escenifican varias figuras desnudas en un interior (La maja criolla, 1939) al tiempo que su producción se torna dramática con acentos expresionistas. Sustituye sus modelos, salvo Juanita, por muñecas de trapo fabricadas por él mismo (Serafina). Salvo el paréntesis de 1940-1945 en que pinta del natural paisajes portuarios con la frescura de los primeros años (El puerto de la Guaira, 1941), su obra es cada vez más introvertida y simbólica, al igual que su vida, cada vez más solitaria y ajena a la realidad; sus pinturas están bañadas por la luminosidad del sol y el resplandor de las estrellas bajo la noche tropical (Amanecer en el Caribe, 1944). En 1945 es internado por primera vez en un psiquiátrico, aumentan los desnudos y autorretratos (Desnudo acostado, 1947) y a partir de 1949 se observa una menor producción pictórica, a la vez que se centra en la técnica del dibujo, que se convertirá a partir de 1950 en la única utilizada. Los últimos años los pasa en una clínica psiquiátrica, en Catia, donde realiza distintos retratos de pacientes, que constituyen su último trabajo. Sus pinturas giran mayoritariamente en torno a la representación de paisajes y figuras femeninas, en algunas de las cuales muestra cierto erotismo.

La Gioconda

LA GIOCONDA: Un misterio sin solución
Hacia 1503, según dice Vasari, un rico florentino, Francisco del Giocondo, le encargó pintar el retrato de su bella esposa, “monna Lisa”, a la cual le llamaba monna por cariño, (una abreviatura del nombre Madonna). Pero según indica el pesimista de su biógrafo, “Al cabo de 4 años de intentos dejo la obra imcompleta”, tambien se considera de la pintura inacabada que se la llevo a Francia, junto con otras obras suyas, en vez de entregarselas a quienes se la habian encargado y seguramente pagado. Así se inicio el espinoso asunto de La Gioconda, ¿Es verdaderamente el retrato del esposa del Giocondo, una mujer de 26 años? Adolfo Venturi afirma que la modelo fue Constancia de Avalos, Duquesa de Francavilla, “bajo el hermoso velo negro de su viudez”. Algunos han llegado a lanzar la hipótesis de que el retrato de La Gioconda era un hombre disfrazado de mujer y otros de que era la amante de Da Vinci. Lo cierto es en torno a la enigmática se han entretejido historias cada vez más enredadas, en las que se han inspirado escritores y poetas. El último de estos fue Gabriel d`Annunzio, quien tomando como tema el caso del albañil italiano que robo el cuadro del Louvre en 1911, imagino una historia de amor imposible en su relato de El hombre que robó La Gioconda, el cuadro despues se recupero en Florencia y fué restituido al Louvre. Pero ¿Cuál es la verdad?, Vasari escribió lo que habia oído decir y describio el cuadro sin haberlo visto, ya que a la muerte de Leonardo lo compro el rey Francisco I por 4,000 ducados, y permaneció en la colección real de Fontainebleau, antes de pasar al Louvre. Vasari se se extendio en una descripción realista hasta con detalles de las cejas, “aquí muy espesas y allá muy ralas”, (la “monna Lisa” no tiene cejas porque las damas de entonces se las rasuraban), comete un error imperdonable. La Gioconda es irreal; está sumergida en un ambiente líquido, verde azulado y opaco. Un paisaje soñado de montes y lagunas envueltos en la niebla, forma el fondo del cuadro.
La Gioconda de Leonardo contemporánea de las bellas damas enjoyadas que pintaron Pollaiolo, Boticelli, Ticiano y Rafael, se destaca por la total ausencia de adornos y ropajes que hoy en día llamaríamos “sofisticados”. Aparece como el retrato de la sencillez, haciendo de ella una obra única. Lleva los cabellos lisos apenas cubiertos por el velo oscuro y no luce joyas en el pecho ni en las manos ¿Por qué?,Tambien en aquella ocasión Leonardo fue contra la corriente.
Uno de los aspectos mas inquientantes de las pinturas de Leonardo es la levedad de sus famosas “sonrisas”. Si bien se muestra despiadado al reproducir los rostros estrafalarios de los miserables viejos del Borghetto, su mano es delicadísima al pintar en sus rostros femeninos las expresiones del ánimo. ¿De dónde procede la misteriosa sonrisa de La Gioconda? Por cierto que no de las contracciones musculares; la cara de La Gioconda permanece inmóvil. La sonrisa procede de una luz interior que reviste a toda la persona, por medio de una leve curvatura de los labios.
Cuenta Vasari que mientras la pintaba, Leonardo mantenía en la sala músicos, cantores y bufones, para que la modelo permaneciera alegre y desapareciera ese aire melancólico que la pintura suele dar los retratos. Leonardo producía sonrisas tan placenteras que era una delicia verlas.
No sabemos si en realidad, las bromas de los bufones hacían aflorar a los labios de la monna Lisa la sonrisa exquisitamente melancólica, la misma sonrisa que se encontró poco después, algo más acentuada, en el rostro de Santa Ana; pero no hay duda de Leonardo utilizaba la música para el estimulo de los sentidos y de la imaginación.
La vida de Leonardo Da Vinci estuvo dominada por el misterio, es por ello que existen tantas incertidumbres en el retrato de la monna Lisa y hasta en muchos aspectos de su vida. El definía el arte como “una aventura del interior”.